El catolicismo como parte de la vida cotidiana
Valentina Torres Septién
Si como se dice, los temas persiguen a sus autores, creo que éste es mi caso. Inicié con una tesis sobre la educación privada que daba cuenta de las escuelas donde me formé, porque en las historias sobre la educación, ésta no estaba contemplada, por ser “políticamente incorrecta”. Me eduqué rodeada de monjas, de una religiosidad que permeaba prácticamente todas las actividades escolares, una férrea disciplina, con una marca indeleble que de la que aún no me desprendo.
En ese trabajo abordé fundamentalmente la difícil relación entre las escuelas confesionales y el Estado mexicano, aunque colateralmente también estaban presentes los actores – niños, niñas, maestros, religiosos, inspectores, autoridades – como referentes actuantes del sistema escolar confesional, así como los métodos empleados, que implicaban tanto a los programas escolares, como las prácticas cotidianas que afectaban a niños y niñas en los colegios y eran reflejo de las normas sociales seguidas por una clase media católica, como de las que se llevaban también en los hogares de estos colegiales.
Bajo su dirección y apoyo las inquietudes que habían quedado pendientes de mis primeras investigaciones educativas tuvieron la oportunidad de salir a la luz y mostrar algunas características de esas configuraciones educativas cotidianas que se practicaban en las escuelas religiosas; así la historia de la formación y lucha de mujeres católicas en diferentes organizaciones como la Acción Católica Mexicana, de sus prácticas amorosas reprimidas y sancionadas, de la experiencia de la praxis religiosa como una forma de vida que regía la vida de las familias de los sectores medios de la sociedad, de las practicas piadosas clandestinas a pesar del conocimiento de las autoridades educativas, del impacto de corrientes contrarias a la religión católica, como la irrupción del comunismo entre los años cincuenta y sesenta, de la lucha contra la ideología de los primeros libros de texto en los años sesenta y setenta, entre otros asuntos, que se fueron construyendo en el Seminario de Vida Cotidiana.
Este ámbito académico fue un espacio privilegiado, de intensa actividad intelectual, donde un grupo de historiadores profundamente comprometido y generoso, hizo posible la producción de un buen número de artículos, libros, coloquios y espacios de discusión, que posibilitó que una historia vivida, se convirtiera en historia narrada, que ha quedado como legado para quienes estén interesados en conocer, si no los grandes hechos históricos, sí aquello que conformó de manera íntima y sustancial la vida de nuestros antepasados y ha hecho de muchos de nosotros lo que ahora somos en el presente.
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