Cuando asumí que mi concepto de educación difería del de mis compañeros, me oriente en otra dirección. En ese momento fueron decisivos el apoyo, el conocimiento y la experiencia de Cecilia Rabell Romero, la brillante especialista en demografía histórica, capaz de conjugar el más estricto rigor con la mirada más amplia y aguda.
Con Cecilia aprendí a abrir mi comprensión a los más variados enfoques. Los demógrafos, a quienes creía rigurosamente centrados en sus cálculos me demostraron que esos cálculos: número de habitantes, vecinos de comunidades, edades de los solitarios, composición de los grupos por edades, impacto de las epidemias, tamaño de las familias… todo un listado inacabable de intereses, se convertían en cuadros vivos a los que podíamos hacer hablar de cualquier tema: desde sentimientos hasta nutrición y de malos tratos a escolaridad…
Así fue como iniciamos, conjuntamente, el seminario de historia de la familia. Ella se sentía más cómoda proyectando encuentros con eminentes especialistas sobre temas predeterminados, mientras yo compartía preguntas y ensayaba métodos con historiadores que, modestamente, tanteábamos nuevos caminos para encontrar respuestas a nuestras preguntas. Primero fue el congreso sobre Familias del México virreinal cuyas ponencias se convirtieron en capítulos del libro Familias novohispanas. Siglos XVI a XIX (1991), Poco después, otros dos congresos fueron exitosos en todos los terrenos y de ellos salieron libros importantes, que hoy son difíciles de encontrar: La familia en el mundo iberoamericano (UNAM, 1994) y Familia y vida privada en la historia de Iberoamérica (COLMEX-UNAM, 1996). La experiencia me hizo ver la distancia entre lo que los especialistas sólidamente formados podían aportar y lo que un seminario de discusión, superación y aprendizaje podía hacer para consolidar un nuevo campo de estudio.
Para ese proyecto debía elegir un tema accesible a muchos compañeros así que seleccionamos la vida cotidiana, que no cerraba la puerta a estudios sobre familia, pero tampoco exigía una formación especializada sobre ese tema. Comenzamos a trabajar, discutimos avances, comentamos lecturas y planeamos lo que fue nuestra gran presentación en el mundo librero: la Historia de la vida cotidiana en México, que ya he mencionado en otra ocasión y en la que también participaron otros compañeros que asistieron a las reuniones del seminario con notable perseverancia, incluso viajando mensualmente para asistir a las reuniones como Rosalva Loreto y Juan Ricardo Jiménez. También contamos con el siempre fiel Salvador Treviño y Gabriela Sánchez Reyes. Cito de memoria y pido perdón a todos los que olvido. Ana Lidia García Peña y Ana María carrillo Farga se incorporaron poco después.
Quiero dejar constancia del profesionalismo de todos, la amistad permanente, el entusiasmo inagotable y el compromiso que nos ha mantenido durante más de dos décadas. Por ellos existe una valiosa especialidad de historia de la vida cotidiana en México